16.7.17

los adictivos giordanobrunianos

¿Qué tan al fondo es muy al fondo?
¿Qué tan profundo es muy profundo?
¿Qué tan alto es muy alto?
¿Qué tan bajo es muy bajo?

Cuando todo está en potencia estás preguntas carecen de relevancia, pues la potencia anuncia un borde invisible, infinito. Un estar en movimiento que descubre los límites del holobionte a medida que este es puesto a prueba. Con inteligencia y consideración el holobionte puede alcanzar el supuesto límite, reintegrarse y trascenderlo.

El cuerpo no es límite sino medio,
el medio es el mensaje,
el mensaje es el sentido,
surgen procesos de traducción,
que requieren una hermenéutica de la acción.

A medida que el cuerpo se reorganiza para ajustarse al nuevo estar, este estado liminal solo constituye la antesala del siguiente paso.

La adicción nace cuando se busca trascender el vacío por medios inmediatos; externos al dominio del cuerpo.

Soy el primero en levantar la mano cuando se busca afirmar los "límites" superados en la vacuidad del sentido primario, mediante acciones adictivas y tóxicas.

En la traducción mal desarrollada de emociones y significados el cuerpo se encuentra dominado por el poder de la inconmensurable mente. Hoyo negro o fuente de sentido.

El holobionte es un entérico que sirve de interfase entre lo interior microscópico y el exterior macroscópico. Este interior que soy yo, en realdiad somos un nosotros, Behemoth de la moral y de la esclavitud.

El holobionte carga un mensaje consensado entre los diferentes micro-organismos que operan sincrónicamente para hacerlo estar. Usualmente el cerebro, las tripas o el corazón (tan solo representaciones) dominan de manera asincrónica al holobionte configurando mensajes sesgados e impuestos. La transgresión real no está fuera del cuerpo sino dentro, regular, reorganizar, restaurar la armonía interna es un trabajo del cuerpo entero. El fantasma solo puede nacer, desarrollarse y trascender completamente si se resuelve la armonía interna. Como se ha planteado en las objeciones contra Darwin: el holobionte no está aquí para competir con otros holobiontes y dominar la naturaleza, sino para organizarse sincrónicamente con todos los demás y formular una naturaleza simbiótica no competitiva sino integrativa. Todo en su justo lugar, el cuerpo solo puede producir sabiduría en su tranquila serenidad, con su energía en potencia recuperándose, alimentándose y contemplándose, contemplando y trascendiéndose.

La rapidez de nuestro tiempo, la ansiedad de nuestro mundo colectivo, la noción Darwiniana de la competencia y la supervivencia del más fuerte hace que nuestro cuerpo-interfaz-holobionte desgaste su energía intentando explorar el fondo muy al fondo, lo profundo muy profundo, lo alto muy alto o lo bajo muy bajo, asistido prostéticamente sin dar oportunidad al holobionte de ajustarse el nuevo estar. A pesar de ello la memoria colectiva que cargamos ayuda a estabilizarnos relativamente. La idea de competencia tiene efecto y materialidad porque no todos los holobiontes venimos capacitados para ajustarnos completamente sino como simulacros supervivientes de estabilidad. Los resultados los veremos a largo plazo, pues este es el plazo del macro-holobionte que es nuestro planeta.